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    Evangelio del Día Sabado - Lc 2, 22-35 – 29 de Diciembre - Palabras de Fe


    Evangelio del Día Sabado  29 de Diciembre 2018

    Lectura del Día
    1 Jn 2, 3-11

    Queridos hermanos: En esto tenemos una prueba de que conocemos a Dios, en que cumplimos sus mandamientos. El que dice: "Yo lo conozco", pero no cumple sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado a su plenitud, y precisamente en esto conocemos que estamos unidos a él. El que afirma que permanece en Cristo debe de vivir como él vivió.

    Hermanos míos, no les escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que ustedes tenían desde el principio. Este mandamiento antiguo, es la palabra que han escuchado, y sin embargo, es un mandamiento nuevo éste que les escribo; nuevo en él y en ustedes, porque las tinieblas pasan y la luz verdadera alumbra ya.

    Quien afirma que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien odia a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas y no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

    Salmo

    Sal 95,1-2a.2b-3.5b-6

    R/. Alégrese el cielo, goce la tierra

    Cantad al Señor un cántico nuevo,
    cantad al Señor, toda la tierra;
    cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

    Proclamad día tras día su victoria.
    Contad a los pueblos su gloria,
    sus maravillas a todas las naciones. R/.

    El Señor ha hecho el cielo;
    honor y majestad lo preceden,
    fuerza y esplendor están en su templo. R/. 

    Evangelio del Día


    Lc 2, 22-35

    Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

    Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

    "Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
    según lo que me habías prometido,
    porque mis ojos han visto a tu Salvador,
    al que has preparado para bien de todos los pueblos;
    luz que alumbra a las naciones
    y gloria de tu pueblo, Israel".

    El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma".


    Reflexion Padre Luis Zazano




     1) Cumplir la ley: Sabemos que todos estamos sujetos a una ley y por lo cual debemos reconocer y respetar los límites; cuando no aceptamos que tenemos límites nos toma un libertinaje y no la libertad en sí. La madre de Dios y san José asumen la responsabilidad y cumplen la ley de la religión Judía. Qué ejemplo nos da Dios, cumplen las leyes aquellos que tranquilamente pueden escapar a la ley. Y pensar que nosotros objetamos hasta el ir a misa los domingos. Jesús nos enseña que uno no puede andar en la vida haciendo siempre lo que se le canta las ganas, debemos saber que en nuestras vidas también hay límites.

     2) Ofrecer: El ofrecimiento es clave en nuestras vidas cristianas, pues estamos llamados a vivir y ofrecer a Dios todo lo que vivimos en el día a día. Ofrecele a Dios todo lo que hagas y realices, encomienda tu día y tu tarea, basta con que digas a Dios en tu amanecer: “todo lo que hoy realice, te lo ofrezco” y basta decir a la noche: “gracias por todo lo vivido”. Eso es ofrecer.

    3) Una espada: Como María, a todos en esta vida nos atraviesa una espada. La espada de la incomprensión, o la espada de la impotencia; son esas cosas que nos hiere en lo más profundo y sentimos que se nos escapa de las manos. Vos que me estas leyendo o escuchando, seguro que tenés esa espada que aún hace doler tu corazón, porque sentís que no podés y encima duele. Pero como María, ten ánimo porque tendrás vida y vida eterna.





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