Papa Francisco: La misericordia de Dios acaricia las heridas de nuestros pecados
El Papa Francisco explicó el significado de la misericordia de Dios como el modo en que Dios perdona los pecados.
VATICANO, 07 Abr. 14 / 10:05 pm (ACI/EWTN Noticias).- La misericordia
divina es una gran luz de amor y de ternura, es la caricia de Dios sobre
las heridas de nuestros pecados. Lo afirmó el Papa Francisco en su
homilía de la Misa celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta
este lunes.
El Papa Francisco explicó el significado de la misericordia de Dios a
partir del episodio en que los fariseos y los escribas llevan a Jesús a
una mujer sorprendida en adulterio y le preguntan qué hacer de ella,
teniendo en cuenta que la ley de Moisés preveía la lapidación por
tratarse de un pecado considerado gravísimo.
“El matrimonio –afirmó el Papa según señala Radio Vaticano– es el
símbolo y también una realidad humana de la relación de Dios con su
pueblo. Y cuando se arruina el matrimonio con un adulterio, se ensucia
esta relación de Dios con el pueblo”.
Pero los escribas y los fariseos plantean esta pregunta para tener un
motivo para acusarlo: “Si Jesús hubiera dicho: ‘Sí, sí, adelante con la
lapidación’, habrían dicho a la gente: ‘Pero éste es su maestro tan
bueno… ¡Miren qué cosa ha hecho con esta pobre mujer!’. Y si Jesús
hubiera dicho: ‘¡No, pobrecita! ¡Perdónenla!’, habrían dicho: ‘¡No
cumple la ley!’… A ellos no les importaba la mujer; no les importaban
los adúlteros, quizá alguno de ellos era adúltero… ¡No les importaba!
¡Sólo les importaba tender una trampa a Jesús!”. De ahí la respuesta del
Señor: “¡Quien de ustedes esté sin pecado, arroje la primera piedra
contra ella!”.
El Evangelio, observó el Papa, con “cierta ironía”, dice que los
acusadores “se fueron, uno a uno, comenzando por los más ancianos. Se ve
que éstos en el banco del cielo tenían una buena cuenta corriente
contra ellos”.
Y Jesús permanece solo con la mujer, como un confesor, diciéndole:
“Mujer, ¿dónde estoy? ¿Nadie te ha condenado? ¿Dónde estoy? Estamos
solos, tú y yo. Tú ante Dios, sin las acusaciones, sin las habladurías.
¡Tú y Dios! ¿Nadie te ha condenado?”. La mujer responde: “¡Nadie
Señor!”, pero no dice: “¡Ha sido una falsa acusación! ¡Yo no cometí
adulterio!”, “reconoce su pecado”. Y Jesús afirma: “¡Ni siquiera yo te
condeno! Ve, ve y de ahora en adelante no peques más, para no pasar un
feo momento como este; para no pasar tanta vergüenza; para no ofender a
Dios, para no ensuciar la hermosa relación entre Dios y su pueblo”.
“¡Jesús perdona! –afirmó el Papa–. Pero aquí se trata de algo más que el
perdón: Jesús supera la ley y va más allá. No le dice: ‘¡El adulterio
no es pecado!’. ¡No lo dice! Pero no la condena con la ley. Y éste es el
misterio de la misericordia. Éste es el misterio de la misericordia de
Jesús”.
“La misericordia –observó Francisco– es algo difícil de comprender”.
“Pero, ‘Padre, la misericordia ¿borra los pecados?’. ‘No, ¡lo que borra
los pecados es el perdón de Dios!’. La misericordia es el modo con que
Dios perdona. Porque Jesús podía decir: ‘Yo te perdono. ¡Ve!’, como dijo
a aquel paralítico que le habían presentado desde el techo: ‘¡Te son
perdonados tus pecados!’. Aquí dice: ‘¡Ve en paz!’. Jesús va más allá.
Le aconseja que no peque más”.
Aquí, explicó el Santo Padre, “se ve la actitud misericordiosa de Jesús:
defiende al pecador de sus enemigos; defiende al pecador de una condena
justa. También nosotros, cuántos de nosotros, quizá deberíamos ir al
infierno, ¿cuántos de nosotros? Y esa condena es justa… y Él perdona más
allá. ¿Cómo? ¡Con esta misericordia!”.
“La misericordia –afirmó el Papa– va más allá y hace la vida de una
persona de tal modo que el pecado es arrinconado. Es como el cielo”.
“Nosotros miramos el cielo, tantas estrellas, tantas estrellas; pero
cuando sale el sol, por la mañana, con tanta luz, las estrellas no se
ven. Y así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura.
Dios perdona pero no con un decreto, sino con una caricia, acariciando
nuestras heridas del pecado”.
“Porque Él está implicado en el perdón, está implicado en nuestra
salvación. Y así Jesús hace de confesor: no la humilla, no le dice ‘¡Qué
has hecho, dime! ¿Y cuándo la has hecho? ¿Y cómo lo has hecho? ¿Y con
quién lo has hecho?’. ¡No! ‘¡Ve, ve y de ahora en adelante no peques
más!’. Es grande la misericordia de Dios, es grande la misericordia de
Jesús. ¡Perdonarnos, acariciándonos!”.
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