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    Evangelio del Dia Sabado 8 de Agosto 2020 - San Mateo Mt 17, 14-20

    Evangelio del Dia Sabado 8 de Agosto

    LECTURA DEL DÍA

    Hab 1, 12–2, 4

    ¿No eres tú, Señor, desde siempre,
    mi santo Dios, que no muere?
    Tú, Señor, has escogido al pueblo caldeo para hacer justicia
    y lo has establecido para castigar.
    Tus ojos son demasiado puros para soportar el mal,
    no puedes ver la opresión.
    ¿Por qué miras en silencio a los traidores
    y callas cuando el malvado devora al justo?

    Tú tratas a los hombres como a los reptiles, que no tienen dueño,
    como a los peces del mar:
    el pueblo caldeo los pesca con anzuelo,
    los atrae a su red,
    los va amontonando
    y luego ríe sastisfecho.
    Después ofrece sacrificios a su anzuelo
    e incienso a su red,
    porque le dieron rica presa
    y comida sustanciosa.

    ¿Y vas a permitir que siga llenando sus redes
    y matando naciones sin piedad?

    En mi puesto de guardia me pondré,
    me apostaré en la muralla
    para ver qué me dice el Señor
    y qué responde a mi reclamación.

    El Señor me respondió y me dijo:
    “Escribe la visión que te he manifestado,
    ponla clara en tablillas
    para que se pueda leer de corrido.
    Es todavía una visión de algo lejano,
    pero que viene corriendo y no fallará;
    si se tarda, espéralo, pues llegará sin falta.
    El malvado sucumbirá sin remedio;
    el justo, en cambio, vivirá por su fe”.


    EVANGELIO DEL DÍA

    San Mateo Mt 17, 14-20

    En aquel tiempo, al llegar Jesús a donde estaba la multitud, se le acercó un hombre, que se puso de rodillas y le dijo: “Señor, ten compasión de mi hijo. Le dan ataques terribles. Unas veces se cae en la lumbre y otras muchas, en el agua. Se lo traje a tus discípulos, pero no han podido curarlo”.

    Entonces Jesús exclamó: “¿Hasta cuándo estaré con esta gente incrédula y perversa? ¿Hasta cuándo tendré que aguantarla? Tráiganme aquí al muchacho”. Jesús ordenó al demonio que saliera del muchacho, y desde ese momento éste quedó sano.

    Después, al quedarse solos con Jesús, los discípulos le preguntaron: “¿Por qué nosotros no pudimos echar fuera a ese demonio?” Les respondió Jesús: “Porque les falta fe. Pues yo les aseguro que si ustedes tuvieran fe al menos del tamaño de una semilla de mostaza, podrían decirle a ese monte: ‘Trasládate de aquí para allá’, y el monte se trasladaría. Entonces nada sería imposible para ustedes”.



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