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    Evangelio del Dia Domingo 20 de Septiembre 2020 - Mateo 20, 1-16

     Evangelio del Dia Domingo 20 de Septiembre

    Primera lectura

    Del Libro del Profeta Isaías 55, 6-9

    Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar,

    invóquenlo mientras está cerca;

    que el malvado abandone su camino,

    y el criminal sus planes;

    que regrese al Señor, y él tendrá piedad;

    a nuestro Dios, que es rico en perdón.

    Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes,

    sus caminos no son mis caminos, dice el Señor.

    Porque así como aventajan los cielos a la tierra,

    así aventajan mis caminos a los de ustedes

    y mis pensamientos a sus pensamientos’’.


    Salmo

    Sal 144, 2-3. 8-9. 17-18

     R/. Cerca está el Señor de los que lo invocan.

    Día tras día, te bendeciré

    y alabaré tu nombre por siempre jamás.

    Grande es el Señor, merece toda alabanza,

    es incalculable su grandeza. R/.


    El Señor es clemente y misericordioso,

    lento a la cólera y rico en piedad;

    el Señor es bueno con todos,

    es cariñoso con todas sus criaturas. R/.


    El Señor es justo en todos sus caminos,

    es bondadoso en todas sus acciones.

    Cerca está el Señor de los que lo invocan,

    de los que lo invocan sinceramente. R/.



    Segunda lectura

    De la Carta de Pablo a Filemón 20-24. 27

    Hermanos: Ya sea por mi vida, ya sea por mi muerte, Cristo será glorificado en mí. Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir.

    Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte, el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes. Por lo que a ustedes toca, lleven una vida digna del Evangelio de Cristo.



    EVANGELIO DEL DÍA

    Evangelio según Mateo 20, 1-16

    En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.

    Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía a otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.

    Al atardecer, el dueño de la viña dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.

    Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’.

    Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’

    De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos’’.


    Los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos.




    Reflexión Papa Francisco 

    Texto completo de las palabras del Papa antes del rezo del Ángelus - 25/09/2017

    «Queridos hermanos y hermanas

    En la página evangélica de hoy (cfr Mt 20,1-26) encontramos la parábola de los trabajadores llamados para la jornada, que Jesús cuenta para comunicar dos aspectos del Reino de Dios: el primero, que Dios quiere llamar a todos a trabajar para su Reino; el segundo, que al final quiere dar a todos la misma recompensa, es decir la salvación, la vida eterna.

    El dueño de una viña, que representa a Dios, sale de madrugada y contrata a un grupo de trabajadores, concordando con ellos el salario de un denario por la jornada, era un salario justo. Luego, sale también en las horas sucesivas, hasta el atardecer – cinco veces sale ese día – para asumir a otros obreros que ve desocupados. Al terminar la jornada, el dueño ordena que se dé un denario a todos, también a los que han trabajado menos. El dueño, sin embargo, les recuerda que han recibido lo que se había pactado; si, después, Él quiere ser generoso con otros, ellos no tienen que ser envidiosos.

    En realidad esta ‘injusticia’ del dueño sirve a provocar, en el que escucha la parábola, un salto de nivel, porque aquí ¡Jesús no quiere hablar del problema del trabajo y de salario justo, sino del Reino de Dios! Y el mensaje es éste: en el Reino de Dios no hay desocupados, todos están llamados a hacer su parte; y para todos, al final, habrá la recompensa que viene de la justicia divina – ¡no humana, por suerte para nosotros! -. Es decir, la salvación que Jesucristo nos ha comprado con su muerte y resurrección. Una salvación que no es merecida, sino donada – la salvación es gratuita – por lo que ‘los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos’ (Mt 20,16).

    Con esta parábola, Jesús quiere abrir nuestros corazones a la lógica del amor del Padre, que es gratuito y generoso. Se trata de dejarse asombrar y fascinar por los ‘planes’ y ‘caminos’ de Dios, que como recuerda el profeta Isaías, no son nuestros planes y no son nuestros caminos (cfr Is 55,8). Los planes humanos están marcados a menudo por egoísmos y conveniencias personales y nuestros estrechos y tortuosos senderos no son comparables a los amplios y rectos caminos del Señor. Él usa misericordia – no olvidar esto: Él usa misericordia – perdona ampliamente, está lleno de generosidad y de bondad que derrama sobre cada uno de nosotros, abre a todos los territorios sin límites de su amor y de su gracia, que solamente pueden dar al corazón humano la plenitud de la alegría.

    Jesús quiere hacernos contemplar la mirada de ese dueño: la mirada con la cual ve a cada uno de los obreros en espera de trabajo, y los llama para que vayan a su viña. Es una mirada llena de atención, de benevolencia; es una mirada que llama, que invita a levantarse, a ponernos en camino, porque quiere la vida para cada uno de nosotros, quiere una vida plena, comprometida, salvada del vacío y de la inercia. Dios que no excluye a nadie y quiere que cada uno alcance su plenitud. Éste es el amor de nuestro Dios, de nuestro Dios que es Padre.

    Que María Santísima nos ayude a acoger en nuestra vida la lógica del amor, que nos libera de la presunción de merecer la recompensa de Dios y del juicio negativo sobre los demás».

     Reflexión Fray Nelson Medina


    DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A
    Dios quiere que vivamos en la gratuidad, que veamos nuestro trabajo en su Reino un regalo, que sintamos el privilegio de trabajar para Él.


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