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    Evangelio del Dia Jueves 21 de Enero - San Marcos 3, 7-12

     Evangelio del Dia Jueves 21 de Enero

    LECTURA DEL DÍA

    De la Carta a los Hebreos 7, 23–8, 6

    Hermanos: Durante la antigua alianza hubo muchos sacerdotes, porque la muerte les impedía permanecer en su oficio. En cambio, Jesucristo tiene un sacerdocio eterno, porque él permanece para siempre. De ahí que sea capaz de salvar, para siempre, a los que por su medio se acercan a Dios, ya que vive eternamente para interceder por nosotros.

    Ciertamente que un sumo sacerdote como éste era el que nos convenía: santo, inocente, inmaculado, separado de los pecadores y elevado por encima de los cielos; que no necesita, como los demás sacerdotes, ofrecer diariamente víctimas, primero por sus pecados y después por los del pueblo, porque esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque los sacerdotes constituidos por la ley eran hombres llenos de fragilidades; pero el sacerdote constituido por las palabras del juramento posterior a la ley, es el Hijo eternamente perfecto.

    Ahora bien, lo más importante de lo que estamos diciendo es que tenemos en Jesús a un sumo sacerdote tan excelente, que está sentado a la derecha del trono de Dios en el cielo, como ministro del santuario y del verdadero tabernáculo, levantado por el Señor y no por los hombres.

    Todo sumo sacerdote es nombrado para que ofrezca dones y sacrificios; por eso era también indispensable que él tuviera algo que ofrecer. Si él se hubiera quedado en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo ya quienes ofrecieran los dones prescritos por la ley. Pero éstos son ministros de un culto que es figura y sombra del culto celestial, según lo reveló Dios a Moisés, cuando le mandó que construyera el tabernáculo: Mira, le dijo, lo harás todo según el modelo que te mostré en el monte. En cambio, el ministerio de Cristo es tanto más excelente, cuanto que él es el mediador de una mejor alianza, fundada en mejores promesas.


    Salmo

    Sal 39,7-8a.8b-9.10.17
     R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

    Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,

    y, en cambio, me abriste el oído;

    no pides sacrificio expiatorio,

    entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.


    «—Como está escrito en mi libro—

    para hacer tu voluntad.»

    Dios mío, lo quiero,

    y llevo tu ley en las entrañas. R/.


    He proclamado tu salvación

    ante la gran asamblea;

    no he cerrado los labios:

    Señor, tú lo sabes. R/.


    Alégrense y gocen contigo

    todos los que te buscan;

    digan siempre: «Grande es el Señor»

    los que desean tu salvación. R/.




    EVANGELIO DEL DÍA

    Evangelio según San Marcos 3, 7-12

    En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, seguido por una muchedumbre de galileos. Una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y Transjordania y de la parte de Tiro y Sidón, habiendo tenido noticias de lo que Jesús hacía, se trasladó a donde él estaba.

    Entonces rogó Jesús a sus discípulos que le consiguieran una barca para subir en ella, porque era tanta la multitud, que estaba a punto de aplastarlo.

    En efecto, Jesús había curado a muchos, de manera que todos los que padecían algún mal, se le echaban encima para tocarlo. Cuando los poseídos por espíritus inmundos lo veían, se echaban a sus pies y gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran.



    Reflexión Padre Luis Zazano.

    Reflexión Fray Nelson Medina

    Cristo se presentó con la ofrenda de su sangre en el santuario del cielo y desde ahí media por nosotros, por esto su sacrificio es real, eficaz y permanente.


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