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    Evangelio del día Domingo 20 de Junio - San Marcos 4, 35-41

    Evangelio del día Domingo  20 de Junio



    Primera Lectura

    Del libro de Job 38, 1. 8-11

    El Señor habló a Job desde la tormenta y le dijo:

    “Yo le puse límites al mar,

    cuando salía impetuoso del seno materno;

    yo hice de la niebla sus mantillas

    y de las nubes sus pañales;

    yo le impuse límites con puertas y cerrojos y le dije:

    ‘Hasta aquí llegarás, no más allá.

    Aquí se romperá la arrogancia de tus olas’”.


    Salmo

    Sal. 106, 23-24. 25-26. 28-29. 30-31
     R/ Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

    Entraron en naves por el mar,

    comerciando por las aguas inmensas.

    Contemplaron las obras de Dios,

    sus maravillas en el océano. R.


    Él habló y levantó un viento tormentoso,

    que alzaba las olas a lo alto;

    subían al cielo, bajaban al abismo,

    el estómago revuelto por el mareo. R.


    Pero gritaron al Señor en su angustia,

    y los arrancó de la tribulación.

    Apaciguó la tormenta en suave brisa,

    y enmudecieron las olas del mar. R.


    Se alegraron de aquella bonanza,

    y él los condujo al ansiado puerto.

    Den gracias al Señor por su misericordia,

    por las maravillas que hace con los hombres. R.



    Segunda lectura

    De la Segunda Carta de Pablo a los Corintios 5, 14-17

    Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

    Por eso nosotros ya no juzgamos a nadie con criterios humanos. Si alguna vez hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo hacemos. El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.



    EVANGELIO DEL DÍA

    Evangelio según San Marcos 4, 35-41

    Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.

    De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!” Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”



    PALABRAS DEL SANTO PADRE

    «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere. MOMENTO EXTRAORDINARIO DE ORACIÓN EN TIEMPOS DE EPIDEMIA PRESIDIDO POR EL SANTO PADRE FRANCISCO, Atrio de la Baslica de San Pedro, 27 de marzo de 2020.


    Reflexión Fray Nelson Medina

     DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B

    Cristo es quien trae el orden, quien pacifica las aguas creando un espacio para su creatura amada donde sea posible la vida, donde es posible perseverar y permanecer.


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