Lecturas, Salmo y Evangelio de Hoy - Palabra de Fe
Evangelio Jueves 3 de Julio 2025 - Juan 20, 24-29
Lectura del día
Lectura de la carta de san Pablo los Efesios 2, 19-22
Hermanos:
Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.
Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros entráis con ellos en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
Salmo de hoy
Salmo 116, 1. 2
R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Alabad al Señor todas las naciones,
aclamadlo todos los pueblos. R/.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.
Evangelio del día
Evangelio según San Juan 20, 24-29
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Palabra del Señor
Evangelio Jueves 3 de Julio 2025 - San Juan 20, 24-29
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Reflexión para el Evangelio de San Juan 20, 24-29
El pasaje de
Juan 20, 24-29 nos presenta una de las escenas más conmovedoras y profundamente humanas del Evangelio: la experiencia de Tomás, el apóstol que dudó. Este episodio no solo revela la misericordia infinita de Jesús, sino que también nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la fe, la duda y la gracia divina.
Tomás, conocido como "el incrédulo", no estaba presente cuando Jesús se apareció por primera vez a los discípulos después de su resurrección. Al escuchar el testimonio de los demás, Tomás se niega a creer sin una prueba tangible: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré" (v. 25). Su postura refleja una lucha común para muchos de nosotros: la tensión entre la fe y la necesidad de evidencia física o racional. Sin embargo, esta actitud no es rechazada por Jesús; más bien, Él la utiliza como una oportunidad para mostrar su amor y paciencia.
Ocho días después, Jesús regresa al lugar donde están reunidos los discípulos, y esta vez Tomás está presente. En lugar de reprocharlo, Jesús se acerca a él con ternura y le ofrece exactamente lo que necesita: "Pon aquí tu dedo y mira mis manos, y acerca tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente" (v. 27). Esta invitación personalizada de Jesús muestra su comprensión de nuestras debilidades y su deseo de fortalecer nuestra fe. Tomás, al experimentar directamente la realidad de la resurrección, responde con una de las confesiones más profundas de todo el Evangelio: "¡Señor mío y Dios mío!" (v. 28).
Este momento es un recordatorio poderoso de que la fe no es simplemente una aceptación intelectual de verdades abstractas, sino un encuentro personal con Jesucristo vivo. Para Tomás, la duda fue el camino hacia una fe más profunda y transformadora. Jesús no lo abandonó en su incredulidad; por el contrario, lo condujo hacia una certeza que trascendía la simple evidencia física. La respuesta de Tomás también nos enseña que reconocer a Jesús como "Señor y Dios" es el corazón mismo de la fe cristiana.
Jesús concluye el episodio con unas palabras dirigidas no solo a Tomás, sino también a todos nosotros: "Porque me has visto, Tomás, has creído; dichosos los que creen sin haber visto" (v. 29). Estas palabras nos recuerdan que la fe no siempre depende de pruebas visibles o tangibles. Vivimos en una era posterior a la resurrección, donde no vemos a Jesús físicamente, pero somos llamados a confiar en su presencia real y su promesa de estar con nosotros siempre. La fe, aunque a veces débil o vacilante, es un don que Dios nos concede para unirnos a Él.
Esta historia tiene importantes implicaciones para nuestra vida espiritual. Todos, en algún momento, enfrentamos dudas o preguntas sobre nuestra fe. Tal vez nos preguntemos si Dios realmente está presente en medio de nuestras dificultades o si las promesas de la Escritura son verdaderas. Pero, como Tomás, somos invitados a acercarnos a Jesús con honestidad y humildad. No debemos temer nuestras dudas, porque Dios puede usarlas para llevarnos a una fe más profunda y auténtica. Lo importante no es la ausencia de dudas, sino la disposición a buscar a Dios y confiar en su amor, incluso cuando nuestras preguntas no tienen respuestas inmediatas.
Además, este pasaje nos desafía a ser testigos de la resurrección para aquellos que aún dudan. Así como los otros discípulos compartieron su experiencia con Tomás, nosotros estamos llamados a compartir nuestra fe y nuestro encuentro personal con Cristo. A través de nuestras palabras y acciones, podemos ayudar a otros a experimentar la verdad transformadora de la resurrección.
NOTA : El Evangelio del día puede variar segun su pais por alguna celebracion local o Fiesta Patronal, etc.
El Evangelio aqui publicado se basa generalmente en el calendario liturgico del Vaticano, salvo algunas excepciones.